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.Nathan se inclinó hacia delante y se sirvió un biscote.—¿Te importa?—En absoluto —replicó él con una voz petulante y engreída—.No recuerdo haber visto tu cara —comentó, masticando la comida—, ¿cuándo has llegado?—Esta mañana.—¿Has estado ahí fuera todo este tiempo?—Sí.—Tienes razón.Es deprimente, ¿verdad?Donna asintió.No quería hablar con Nathan.Realmente no quería hablar con nadie y mucho menos con ese hombrecito descarado e irritante.A pesar de lo mucho que había ansiado la compañía y la conversación, todo lo que quería en ese momento era un poco de espacio y de tiempo a solas.Una vez había encontrado un lugar relativamente seguro para refugiarse, estaba empezando a ser dolorosamente consciente de toda la enormidad de lo que le había ocurrido al resto del mundo.Aún no quería discutirlo, o hablar de forma interminable e inútil sobre los porqués.Tener a otras personas cerca era alivio suficiente, pero lo que más necesitaba era estar sola.—Te lo digo en serio —continuó Nathan, completamente ajeno a la falta de interés de Donna en él—, no existe ninguna razón para que me quede aquí sentado con toda esta panda durante mucho más tiempo.En cuanto esté preparado, saldré.Tenemos ahí fuera todo el maldito país esperándonos, ¿no es verdad, Rich?Richard asintió.—Toda la jodida razón.Donna miró incrédula a los dos hombres.¿Emborracharse era realmente todo lo que les quedaba por hacer? Con el mundo destrozado, ¿no tenían ninguna otra prioridad? Por un lado parecía una forma razonable de olvidar todo lo que había ocurrido y disfrutar del tiempo que les quedase, pero esa sugerencia ¿podía ser realmente la única alternativa? Mirando la cara estúpida y sonriente de Nathan, supo que debían existir opciones mejores que la huida sórdida, egoísta y peligrosa que estaba planeando ese tipo.—Te puedes terminar esto —le sugirió Donna mientras se levantaba y le lanzaba al regazo la bandeja con la comida.El se la quedó mirando mientras se alejaba.—¿Adónde vas? —le preguntó Nathan, levantándose y yendo detrás de ella.—A cualquier parte.—¿Dónde está cualquier parte?—Algún sitio lejos de tipos como tú.—Tengo algunas malas noticias para ti, ricura —le informó mientras andaba a su lado—, tipos como yo es todo lo que queda.Donna se detuvo y se volvió para encararse con él.—Si eso es verdad, entonces estamos realmente jodidos.—Vamos, cariño.—Escucha —replicó Donna en voz baja; no quería que todo el mundo lo oyese, pero en realidad no le importaba—, tengo veinticuatro años, soy una mujer y rubia.He tenido que tratar con jodidos idiotas como tú desde que puedo recordar.He visto a cientos de tu tipo: sois todo boca, pero no tenéis pelotas.Si realmente eres todo lo que queda, entonces me pasaré sola el resto de mi tiempo.¡Y ahora esfúmate!—Entonces te veré por ahí —replicó Nathan con una sonrisita mientras se alejaba rápidamente.Donna se perdió en el bloque de alojamientos.Las diferentes plantas, pasillos, escaleras y habitaciones parecían todos iguales.Recordaba que su habitación era la tercera o la cuarta desde las escaleras, pero no podía recordar si era en el segundo o en el tercer piso.Abrió una puerta en la tercera planta que le resultaba vagamente familiar.Al instante quedó claro que estaba equivocada: en la cama estaba sentado un joven oriental, mirando al vacío.—Lo siento —murmuró instintivamente—, habitación equivocada.El la miró y sonrió.Parecía perdido, impotente y aterrorizado.—¿Estás bien? —preguntó Donna.El asintió.—Creo que estoy en la puerta de al lado —comentó ella con lentitud, señalando hacia el pasillo y con la esperanza de que estuviera en lo cierto—.Llámame si necesitas algo, ¿de acuerdo?El siguió sonriendo y mirando sin comprender.—No inglés —dijo simplemente.Otro asentimiento y otra sonrisa, y Donna dejó al hombre solo y regresó a su habitación.Se tendió en la cama y cerró los ojos.Durante un rato no pudo sacarse el rostro del chico de la cabeza.Como si lo que había ocurrido no fuera ya lo suficientemente duro, ese pobre diablo tenía que sobrellevarlo todo sin la capacidad de comprender ni una sola palabra de lo que le dijeran los demás supervivientes.Si ella se sentía ajena y sola, pensó, ¿cómo demonios debía de sentirse él?Pensamientos sombríos llenaron la mente de Donna, y cuanto más se alargaba el silencio en su habitación, más sombríos se volvían
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