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.Y no es que yo pretendiera que me besases, que eso no te lo hubiera consentido ni a ti ni a nadie, estaría bueno, pero un poquirritín más efusivo, sí, que inclusive pensaba, por qué te voy a decir lo contrario, “me cogerá las dos manos y me las apretará.Al fin y al cabo es una desgracia tremenda”, pero, sí, sí, “hola” y gracias.Es lo mismo que cuando acabó la guerra, al principio mucho mirarme en el cine, que yo extrañada, “¿tendré monos en la cara?”, pero un buen día te pusiste gafas, que a buena hora sí te veo antes, y ni eso.Y en el parque, por las mañanas, ídem de lienzo, no me digas, dale con el “amor mío” y el “cariño” como un disco rayado, cursiladas, que no se te podía ocurrir nada más original, hijo de mi vida, muchas poesías, pero para la novia la copla de siempre, que yo a veces, me decía, te lo prometo, “no le gusto; no le gusto ni pizca”, toda preocupada, lógico.¡Buena diferencia con los viejos!, si te contara.Gabriel y Evaristo no es que fueran muy viejos, pero en comparación, y desde luego eran unos frescos, que la tarde que nos llevaron al Estudio, a la buhardilla aquella, no podía parar, el corazón paf, paf, paf, y Transi tan tranquila, no te creas, quién la iba a decir a ella, se bebió dos copas de pipermint, como si nada, y cuando nos enseñaban los cuadros con las mujeres desnudas, venga de comentar, “éste está muy bien resuelto” o “éste es una maravilla de luz”, la muy carota, que yo, como te lo digo, ni despegar los labios, que me parecía todo una sinvergonzada.Y cuando pusieron de pie todos los cuadros con las mujeres desnudas, la que más con un collar o un clavel en el pelo, imagina, yo no sabía dónde mirar, y, de repente, Gabriel me plantó una manaza toda peluda en la pierna y “¿tú qué dices, nena?”, que yo rígida, palabra, me quedé sin respiración, lo que se dice ni pío, ni mover un dedo siquiera, que Gabriel “¿otra copita?”, ya ves, que, mientras, Evaristo, le pasó el brazo por los hombros a Transi y que le gustaría hacerle un retrato, y Transi, como si tal cosa, “¿como el de la chica del clavel en el pelo?” y Evaristo para qué quería más, “ése”, dijo, que Transi se moría de risa, “pero un poco más vestida, ¿no?”, y Evaristo venga de reír también, “¿y eso por qué, nena? Esto es arte, ¿no te das cuenta?” Pero Gabriel no retiraba la mano ni por cuanto hay, que a mí me daba rabia sentir que me iba poniendo colorada, date cuenta, y cuando dijo, mirándome la poitrine con todo descaro, “a ésta, uno de busto”, menudo sinvergüenza, creí que iba a estallar, que ya se lo dije a Transi en la escalera “ni loca vuelvo a salir con los viejos, te lo juro; son un par de aprovechados”.Pero Transi entusiasmada, pásmate, como borracha, “Evaristo tiene talento y es muy simpático”, la muy pava, que a Evaristo la que le gustaba era yo, se notaba a la legua, que cada vez que nos paraban en la calle y nos decían “ahora, ahora sois los verdaderos guayabitos; el verano pasado erais unas crías”, me miraba a mí y no a Transi, pero con un desahogo que no veas cosa igual.Ahora, que ella crea lo que quiera, a mí plin, que al fin y al cabo eran dos viejos, figúrate que su quinta no la llamaron hasta final de la guerra, en febrero del 39, me parece, y entonces se enchufaron en oficinas militares, que ni fueron al frente ni nada, que eso, para mí, definitivo, ni les volví a mirar a la cara, palabra, que luego cuando tú y yo nos hicimos novios, Transi todo el día con ellos, que yo creo que ya andaba colada, fíjate, y una tarde se presentó en casa como loca, “Evaristo me está pintando un retrato”, y yo, horrorizada, “¿desnuda?”, y ella “no, mujer, ligerita, aunque a él le gustaría más del todo porque dice que tengo una figura muy bonita”.Transi siempre fue un poco así, no te digo fresca, pero no sé, como impulsiva, que yo recuerdo sus besos cada vez que estaba algo pachucha, en la boca, ya ves, y como apretados, como de hombre, raros desde luego, “Menchu, tienes fiebre”, decía, pero de cariño, ¿eh?, que los hombres sois muy mal pensados
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