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.-¡Por favor! Deja la esgrima irónica para más tarde -protestó Shiplap-.¿Qué pasó conlos recuerdos humanos? Los siete millones de habitantes de la ciudad deben de habertenido en otros lugares por lo menos un número igual de parientes.¿No se preocuparonéstos por sus madres, hijos, hermanos y hermanas?-Se apenaron, pero no les llamó la atención -dijo Epikt-.Era una pena a la que nopodían darle un nombre.Estudia el período y verás cuántas canciones popularesprofundamente tristes estuvieron de moda en los años 1980 y 1981.Pero la euforiaradiotelefónica no tardó en taparlo todo.El recuerdo humano del suceso fue bloqueadopor una amnesia inducida.Esto se hizo hipnotizando a la gente a través de las ondasradio-televisivas, y por medio de otras ondas más sutiles.Pocos se libraron de ellas.Elretardado sordo mencionado en uno de mis ítems fue uno de esos pocos.Una vezgarabateó el nombre de la ciudad en una pared, pero eso no significó nada para nadie.-Pero debían de quedar cien millones de cabos sueltos por eliminar -protestó Glasser.-Eleva ese número a varias potencias -emitió Epikt-.Había una infinidad de cabossueltos, pero a casi todos se los hizo desaparecer.En el curso de este estudio yo anoté elmillón o algo así que quedaba pero que no pudieron atravesar la barrera de la amnesiainducida.Habían cerrado la puerta para todo el asunto.Y luego le habían dado dosvueltas de llave.No sólo era necesario destruir el recuerdo sino también el recuerdo deese recuerdo.El señor Smirnov, en lo que fue quizá su mayor hazaña, se sometiótambién a la hipnosis contra el recuerdo.Era su obligación entrar en el agujero despuésde todos.Pero a él lo perturbaba más que a los demás porque estaba más comprometidoen la cosa.Después de esta explicación provisoria ya rio volverá a perturbarlo.Esta vez loolvidará con la conciencia limpia.»Ni siquiera ahora lo reconoce o lo recuerda.Esta fue precisamente su intención, y sutriunfo.La ciudad y su destrucción han quedado olvidadas para siempre, pero el método de esa obliteración de la memoria sólo ha llegado a un nivel subliniinal.Se lo haráresucitar y se lo volverá a utilizar cada vez que ocurra una gran catástrofe no natural.-¿Y en qué infierno o en qué parte de la Norteamérica mediterránea quedaba esaciudad? -aulló Cogsworth.-El sitio que ocupaba es conocido ahora como el Pantano de la Gran Isla Azul -explicóEpikt.-¡Acaba de una vez, aparatejo de ojos de huevo duro! -chilló Shiplap-.¿Cómo se llamaesa ciudad?-Chicago -dijo Epíktistes.¡Eso fue el acabóse! ¡Eso fue la locura! Era una burla, después de todo.Ese cajónbufón, ese cubículo, los había hecho morder el anzuelo con los ojos abiertos.Valeryestalló en esa aguda carcajada, y su buen marido Cogsworth gorjeó como un pájaro locoatacado de hipo.-¡Chicago! Suena como un castorcito del zoológico que resbala por un tobogán debarro y chapotea en el agua.¡Chicago!Era la palabra más cómica que Valery había oído en su vida.-A nadie sino a una máquina con ínfulas de chistosa podía ocurrírsele acuñar unnombre como ese -rió Glasser con esa carcajada de petardos-.¡Chicago!-Me quito el sombrero ante ti, Epiktistes -dijo Aloysius Shiplap-.Eres un tramposo, uncuentero de siete suelas.¡Gente, esta máquina es fenomenal!-Estoy un poco decepcionado -dijo Smirnov-.Así que la montaña parió y dio a luz unratón.Pero, ¿era necesario que fuese un ratón bizco y disfrazado de payaso, Epikt? Esmucho cuento hasta para ser cuento.Que una gran ciudad haya sido destruida haceapenas veinte años y que nadie sepa nada al respecto.ya eso es bastante duro detragar.Pero que la ciudad tuviese el ridículo nombre de Chicago, eso es ya el colmo delos colmos.Si sopesaste todas las combinaciones de sonidos posibles, y estoy seguro deque lo hiciste, Epikt, no pudiste haber inventado un nombre más absurdo.-Buena gente, el propósito es éste -dijo Epiktistes-.Ustedes no pueden recordarlo.Nolo reconocen.Y cuando se retiren de esta sala ni siquiera recordarán ese nombre ridículo.Tendrán tan solo la vaga impresión de que esta máquina payasa les jugó una tretapayasesca.Los desastres, porque sospecho que hubo varios, están bien olvidados.Elmundo se echaría a esperar la muerte si los recordase demasiado bien.»Y sin embargo, existió una gran ciudad llamada Chicago.Como Sikago dejó un blancoen el diccionario enciclopédico húngaro, y el Petit Larousse tuvo que llenar de burbujasfrancesas el artículo sobre los indios chibchas para cubrir el espacio que ocupabaChicago.Algo a lo que doy el nombre provisorio de Chicago Hot fue arrancado de raíz dela historia del jazz.El río Calumet manaba por los alrededores de la ciudad, de ahí laresistencia a utilizar ese nombre para referirse a ía tradicional pipa india de la paz.Chicago fue una gran ciudad.El corazón de su distrito comercial era conocido como elRizo, y a uno de sus equipos de béisbol se lo llamaba Oseznos.Por esa causa esas dospalabras fueron retiradas de circulación.Podían ser evocativas.-¿Rizo? ¿Oseznos? -rió Valery- Esas palabras son casi tan cómicas como Chicago.¿Cómo se te ocurren, Epikt?-En una versión simplista popular Chicago era la capital mundial de la goma de mascar.El principal fabricante de ese producto era un hombre llamado, en la medida en que lopude reconstruir, Wiggly.Los niños, de alguna manera, recogieron los ecos de la trágicadestrucción de Chicago y la relacionaron con esa versión simplista para inventar loscruentos versitos del Pequeño Wiggly acerca de la goma de marcar.-Epikt, te has superado -dijo Shiplap-, si es que algo puede superar a un invento tancómico como el de Chicago. -Buena gente, sobre vosotros desciende como un telón -dijo Epíktistes-.Olvidadlo denuevo, incluso mi broma, incluso el ridículo nombre de la ciudad.Y lo que es más, yotambién lo olvidaré.»Ya no está.Ya no está.Ha desaparecido.¡Qué curioso! Lo que ahora ustedes miranes una larga cinta en blanco, como si estuviesen bajo el efecto de la hipnosis.Yo debo dehaber sufrido un apagón.Nunca en mi vida emití una cinta en blanco.Smirnov, tengo enlas terminales el regusto de un experimento que no resultó del todo.Aliméntame con otro.No es usual que yo fracase.-Basta ya por hoy, Epíktistes.Por alguna razón todos tenemos sueño.No, no resultó,fuese lo que fuere.Me olvidé del problema en que estábamos trabajando.No importa.Espreferible olvidar los fracasos.Ya encontraremos otra cosa.Estamos trabajando enmuchas cosas.Y salieron de allí soñolientos, arrastrando los pies, y volvieron a sus respectivostrabajos.La máquina de Smirnov había metido la pata vaya a saber en qué, pero era unabuena máquina, y la próxima vez no fallaría, de eso estaban seguros [ Pobierz caÅ‚ość w formacie PDF ]

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